Cistitis común y cistitis intersticial: dolencias silenciosas

Tener que ir al baño repetidas veces durante el día y de manera muy urgente puede resultar molesto y acabar afectando a las actividades diarias de una persona.

Tanto la cistitis común (o infección urinaria) como la cistitis intersticial (o síndrome de vejiga dolorosa) son problemas que afectan al sistema urinario. En ambas aparece una necesidad urgente y con frecuencia de orinar, a veces con dolor, lo cual puede convertirse en un problema para la persona afectada. Son más comunes de lo que parecen y la calidad de vida es lo que más se resiente. Imagina cómo sería tu jornada si por la noche te hubieras levantado más de 10 veces para ir al baño. La falta de sueño o el sueño interrumpido hace que el cuerpo no descanse correctamente, lo cual se ve reflejado en tu energía diaria, en tu productividad e incluso en tus relaciones personales.  

Aun así, la principal diferencia entre la cistitis intersticial y la cistitis común es que esta última es fácil de tratar, normalmente con medicamentos antibióticos, porque la infección está causada por una bacteria; mientras que la cistitis intersticial (o síndrome de vejiga dolorosa) no lo es, ya que se desconocen sus causas de aparición y es de carácter crónico porque no responde al tratamiento.

Otra diferencia recae en el pH de la orina. En la cistitis común, o infección urinaria se observa un pH urinario alto debido a la proliferación de bacterias, por lo que el tratamiento consiste en antibióticos para combatir estas bacterias y eliminar la infección, así como medidas para intentar disminuir el pH urinario

En cambio, en la cistitis intersticial, o síndrome de vejiga dolorosa, el pH de la orina es ácido, lo que contribuye a la irritación de las fibras nerviosas de la vejiga y acaba causando estímulos dolorosos en la zona. Los síntomas pueden ser crónicos o episódicos, apareciendo y remitiendo de repente según el momento de la enfermedad. También pueden confundirse con los de otras afecciones comunes del tracto urinario, lo cual dificulta su diagnóstico.

Actualmente no existe ningún tratamiento que pueda eliminar el síndrome de vejiga dolorosa. Sin embargo, hay estudios que demuestran que mantener la orina por encima de un pH urinario de 6.2 durante tan solo 4 semanas ayudaría a reducir la sintomatología clínica de esta patología. O como último recurso, se puede optar por la extirpación de la vejiga, bajo el asesoramiento de un especialista.

Para intentar reducir el dolor y proporcionar una mejora temporal, sí se pueden adoptar ciertas medidas: cambios en el estilo de vida y en la dieta ayudarán a hacer frente a estas dos enfermedades muy parecidas a priori, pero con particularidades bien distintas.

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